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la carta del día

¿Se puede hablar de movilidad en tiempos de confinamiento?

arece frívolo ponerse a hablar de movilidad ahora que nos estamos haciendo fuertes quedándonos en casa y esperando a que esto pase. Pero es que estar en casa mirando la calle desierta no es sencillo y la mente se nos dispara, más allá de miedos, ansiedades y prevenciones, y empieza a elucubrar qué pasará el día de después. No es cuestión de sembrar más dudas e incertidumbres de las que cada cual es capaz de alimentar o vislumbrar, pero está claro que nada va a ser lo mismo, aunque se le parezca, porque no se van a producir cambios radicales, pero algo va a cambiar.

Está claro que el miedo y la precaución van a durar mucho más que los efectos de esta terrible pandemia. Nos vamos a retraer durante mucho tiempo. Socialmente, porque vamos a desconfiar de las multitudes, de los hacinamientos, de las concentraciones, y económicamente también, porque el crack que va a producir esta paralización no va a durar sólo el tiempo de inactividad, sino que va a retraer el consumo formidablemente. Como en cualquier catástrofe, la recuperación se va a producir paulatinamente, pero el retraimiento, la desconfianza, el miedo en definitiva a que se vuelva a producir, nos van a hacer a toda la gente tener más cautela, más miramientos.

En lo que a movilidad se refiere, esto también va a tener sus consecuencias. Una que no es difícil vaticinar es una caída en picado del transporte colectivo. Por más que los mensajes de tranquilidad, seguridad e higiene se repitan, a la gente le va a costar tanto subirse a un autobús o a un tren como entrar a un bar o a una cafetería alegremente. Esto, que va a durar bastante, va a tener sus efectos colaterales: mucha gente volverá a caminar o volverá a utilizar un vehículo motorizado, pero mucha gente volverá la mirada a la bicicleta, porque la bicicleta aparecerá como un vehículo ágil, limpio y seguro y que refuerza la individualidad y la autonomía. Además, la bicicleta propone una forma de desplazarse activa y saludable, y algo nos dice que vamos a tratar de reforzar nuestros hábitos de vida hacia opciones más sanas y más activas, o al menos así debería ser.

Otra cosa va a ser lo del teletrabajo, que ahora tanto se potencia y se facilita, pero que no creo que estemos tan preparados ni tan dispuestos a quedarnos a trabajar en nuestras casas, y no porque no podamos, sino más probablemente porque no queramos. Porque este confinamiento también conlleva una cierta componente claustrofóbica que nos va a hacer valorar de una manera especial salir a la calle, aunque sea a trabajar. Lo que quizá también se incremente sea el teleconsumo, pero de eso, si os parece, hablamos en otro momento, aunque dicen las personas que entienden que un hábito se forma en poco más de 30 días.