Son de esas personas que, en mi opinión, no debían morirse nunca. Afortunadamente tenemos sus libros, que nos dejan su alma para siempre. Hay que ser del Caribe para escribir y ser así. Yo, que no siento ningún entusiasmo ni por ídolos ni por dioses, tengo que reconocer que por este hombre tengo debilidad.

 Es el Picasso de la palabra de albas azules y garza azul. Gente nacida para la belleza, que hacen bella la soledad, la prostitución y el canto popular, lo feo, el drama y el fondo del mar; que se solazan en el deleite sin prisa en el espíritu de las cosas, en la rabia cultivada con tanto amor, y conocen una manera entretenida de perder el tiempo; gotas de agua que hacían suspirar a las piedras y sabían que a la vida no le enseña nadie y que lloran como lloran los árabes a sus muertos; que encuentran las sílabas del agua en la piedra y que marchitan a fuego lento y se olvidan sin dolor. Personas que querían irse a dormir para siempre porque no podían soportar el sabor a mierda de la guerra en la boca. 

Por todas estas razones, entre otras, tengo debilidad por esta gente.