Miguel Urbán Crespo (Madrid, 1980) presentó en la librería Katakrak, en Iruña, Trumpismos neoliberales y autoritarios. Radiografía de la derecha radical (Verso Libros). Un ensayo sobre la extrema derecha en el mundo, publicado en el tramo final de etapa como eurodiputado

Hay un descontento canalizado por la extrema derecha, y no para de crecer.

–Y de conseguir Gobiernos y victorias legislativas. El Pacto Migratorio recientemente aprobado por el Parlamento Europeo es una victoria de las posiciones de la extrema derecha. Se conoce como la ‘lepenización de los espíritus’, cómo han conseguido marcar la agenda política sin tener ni siquiera que gobernar. El libro se pregunta el porqué. Creo que hay un elemento fundamental, la crisis de 2008, que aceleró este proceso. 

Tiempos del ‘tea party’...

–Sin el cual no podríamos entender la victoria de Trump y la mutación del Partido Republicano. En el proceso de fondo la extrema derecha no ha sido un accidente, sino una conclusión. Estamos en una crisis de régimen capitalista, conjunción de la crisis ecológica y climática, y la de gobernanza neoliberal y su mutación cada vez más autoritaria. La cual ha cancelado la utopía capitalista del crecimiento sin límites, de que nuestros hijos vivirán mejor que nuestros padres. Esa incapacidad de imaginar un futuro no distópico genera pánicos cada vez más acrecentados entre la población. Ahí la extrema derecha plantea seguridades conocidas, de regreso al pasado, de autoritarismo reaccionario. 

“Según las encuestas, la extrema derecha puede ser la primera fuerza en nueve países de la UE, como Italia y Francia, y segunda en Alemania”

¿Se abusa del término neofascista? 

–A veces hay una sobreinflamación del uso de fascista. Creo que los hay en el gobierno de Meloni y de Milei, que los hubo en el de Bolsonaro y el de Trump, pero que ninguno ha sido aupado al poder por un movimiento fascista. Hay muchos elementos comunes con las pasiones movilizadoras del viejo fascismo, pero también muchos disruptivos. Existen movimientos neofascistas, pero mayoritariamente no estamos ante esa lógica. Puede evolucionar hacia ahí, pero hoy no lo es. Si no estaríamos banalizando lo que supuso el fascismo. Por ejemplo: El Gobierno de la Comunidad de Madrid es otra cosa. Hay que mirar con gafas de presente y de futuro, no de pasado.

Observa las guerras culturales, y analiza el término ‘woke’ que se va abriendo paso. 

–Para estos autoritarismos reaccionarios la batalla cultural juega un papel fundamental, en donde tienen un pensamiento estratégico. ‘Woke’ significa despierto en inglés; se utilizó en los años treinta en el movimiento antirracista para hablar de alguien despierto ante las injusticias raciales. La extrema derecha empezó su guerra al ‘woke’ cuando Trump perdió en 2020. Lo hizo a pesar de Biden, contra Black Lives Matter, un movimiento antirracista, que consiguió una movilización inusitada, de gente que votó contra Trump. La extrema derecha empezó a construir una estrategia de guerra cultural para demonizar a este enemigo. En las próximas presidenciales no hay nada que motive a esos votantes a volver a votar a Biden. El establishment demócrata teme más a su izquierda, a Bernie Sanders o a Ocasio-Cortez, que a Trump. 

¿Qué le ha parecido el movimiento de Pedro Sánchez?

–Nos podríamos haber ahorrado este melodrama.

¿No es una oportunidad situar el tema sobre la mesa?

–Sánchez tendría legitimidad para poder afrontar una serie de reformas estructurales, pero no quiere. Por ejemplo, ¿se podría haber derogado la ley Mordaza en la legislatura pasada? ¿Amnistiar a cantidad de activistas sociales, más allá de Catalunya, como ‘Los seis de Zaragoza’ que están entrando en la cárcel vinculados a una lógica de criminalización del derecho a la protesta conectada con la ley Mordaza? Un Gobierno progresista, con gente de Izquierda Unida o de Más País, que se dicen a la izquierda del Partido Socialista, tendría que estar planteando que amnistía sí, pero para todos. ¿El CGPJ? ¿Cuántos años llevamos hablando de su renovación? Se hicieron propuestas en la legislatura pasada que no se llevaron a término. 

“Hay una lógica terrible sobre Gaza, la de no ver a los gazatíes como iguales. Pasa también con los migrantes que mueren en el mar”

Elecciones europeas: ¿El momento es tan preocupante como parece?

–Ya lo era. Si la extrema derecha en la Eurocámara se hubiera juntado en un único grupo habría sido segunda, por encima del Partido Socialista. Estuvieron a punto de hacerlo, a mitad de legislatura, pero la invasión ilegal de Putin sobre Ucrania lo truncó.

Von der Leyen abre la puerta a pactar con parte de la extrema derecha.

–Claro, porque el PP europeo está en una lógica de Berlusconización.

¿En qué sentido?

–Berlusconi fue el primero, dentro de la familia del Partido Popular, que incorporó en un Gobierno a partidos de la extrema derecha, incluso provenientes del fascismo italiano. Fue el primero en normalizarla. De hecho Meloni fue ministra de Juventud con Berlusconi. Hoy el partido minoritario de la derecha es el Forza Italia de Berlusconi, y los mayoritarios son de extrema derecha. Cuando haces de aprendiz de brujo al final te terminas quemando. En Europa la extrema derecha todavía no tiene la capacidad hegemónica, pero lo disputa a medio plazo. Y hay una tensión latente fuerte de intentar pactar con una parte más aseada, como Meloni o Vox. 

“Los dos grandes enemigos de la extrema derecha son el movimiento feminista y el ecologista, porque ambos tienen propuestas de futuro”

¿Qué puede pasar entonces?

–Según las encuestas, la extrema derecha puede ser la primera fuerza en nueve países de la UE, varios de ellos centrales, como Italia y Francia, y segunda en Alemania. Y conseguir por primera vez un 30% de los diputados de la Eurocámara. Eso les daría una minoría de bloqueo; todas las grandes leyes, acuerdos comerciales e hitos de la próxima legislatura tendrían que pasar por su acuerdo. O por romper a una parte, y ahí está la jugada de Ursula Von der Leyen. 

¿A usted le han acusado de ser de extrema izquierda?  

–Sí, muchísimo, pero no tengo ningún problema. Lo que propongo es de extrema necesidad. 

Tal vez un sector más alejado de la política haga equivalencias. 

–Sí, y a eso intenta jugar el extremo centro (se ríe). El PSOE y el PP conjugan una gran coalición en Europa, votan normalmente igual y diseñan las grandes políticas de la UE. Les sirve decir que los extremos se tocan. Pero somos totalmente lo opuesto. Lo que está tocando con la extrema derecha es el extremo centro; cada vez legislan más cosas juntos. El Pacto Migratorio ha acabado con el derecho al asilo. Lo dicen más de 1.800 organizaciones de derechos humanos europeas, como Amnistía Internacional, Oxfam, Ecologistas en Acción... Afirman que es una auténtica barbaridad. Eso lo han hecho populares, liberales y socialistas que se pliegan a políticas de la extrema derecha. 

Ha estado recientemente dos días en Rafah, con la navarra Idoia Villanueva y con Ana Miranda, del BNG. 

–Lo que está pasando en Gaza no se entiende sin la crisis de la gobernanza liberal y neoliberal. Todo el sistema de derechos humanos y del derecho internacional está saltando por los aires. El genocidio televisado de Israel no sería posible sin la ruptura de estos mecanismos. La entrada en la embajada de México en Ecuador tampoco. No se violaron embajadas ni en las peores dictaduras del Cono Sur, con Pinochet o Videla. Hay una lógica terrible sobre Gaza, la de no ver a los gazatíes como iguales. Eso pasa mucho con los migrantes que mueren en el Mediterráneo, en el desierto o en el Atlántico por culpa de las políticas migratorias de la UE. Según Caminando Fronteras, hubo cerca de 7.000 muertos en 2023 intentando entrar en España. Personas consideradas como humanidad superflua, no como nosotros. Que Marlaska siga siendo ministro después de continuar defendiendo que el asesinato de 40 personas en la valla de Melilla fue una acción bien hecha es una auténtica locura. ¿Si hubieran sido ucranianos? No seguiría siendo ministro. Eran demandantes de asilo, sudaneses, con derecho a ese asilo. ¿Cuál es la diferencia? Que eran negros. 

¿Qué hacer para no caer ni en el autoritarismo ni en la melancolía, ni en la indiferencia? Hay una sinrazón emergente con sociedades camino del precipicio.

–Estamos votando a pirómanos para intentar apagar un mundo en llamas. Qué mayor lógica depredadora, en un momento de crisis ecológica, que una remilitarización de Europa, que acelera el cambio climático y de gasto de recursos necesarios para una transición ecológica, de materias primas que no existen y que las estamos gastando en armas, La extrema derecha es un aceleradora de todos estos procesos. Para no caer en la melancolía o en el miedo, lo primero es que no hay tiempo para ser pesimista, sino para actuar. Tenemos que construir seguridades alternativas que nos permitan imaginar el futuro. Los dos grandes enemigos de la extrema derecha son el movimiento feminista y el ecologista, porque ambos tienen una propuesta de futuro, de un futuro distinto. 

¿La extrema derecha no se retroalimenta?

–Es normal que apele a sentimientos o privilegios perdidos. 

“Estamos votando a pirómanos para apagar un mundo en llamas. Qué mayor lógica depredadora que una remilitarización de Europa”

Pero esa nostalgia hace 45 años eso vendía muy mal.

–Hay un elemento muy preocupante. La extrema derecha ha conseguido entre la juventud construirse una imagen contracultural, que conecta con una cierta radicalidad y rebeldía juvenil. He dado un curso de formación con profesores de instituto en Andalucía, que me decían que muchos de sus alumnos decían: Profe, es que yo soy muy de Franco. Y no sabían quién era Franco, pero sí que es algo antiestablishment y políticamente anticorrecto. Ese free speech mal entendido de la extrema derecha, o muy bien utilizado por esta, para que la libertad de expresión resulte ser un machista, un homófobo, un racista. ¿Qué ha pasado para que Franco sea un elemento contracultural? Ahí están todas esas guerras culturales y cómo han conseguido conectar con ciertos sectores de la juventud, fundamentalmente hombres, que son los que mayoritariamente votan y se encuadran en la extrema derecha.

Cierra una etapa voluntariamente como eurodiputado. ¿Cuál es su horizonte a partir de ahora?

–Siempre dijimos que la idea era estar dos legislaturas.Creo que es importante cumplir la palabra dada, en un momento de tanto ataque a la política. Parece que cuando uno deja de ser cargo político hubiera una especie de muerte civil. Yo voy a seguir en política. La política no se hace desde las instituciones, está en nuestra vida cotidiana, se hace desde las calles. Voy a estar involucrado. La gran diferencia es que ahora me toca buscar trabajo y perder peso. Son mis dos grandes objetivos por delante.