“Me bastó con dar un paso dentro de la muralla para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde, y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer”. Así fue la impresión que tuvo el escritor Gabriel García Márquez la primera vez que llegó a Cartagena de Indias. Una sensación de renacimiento que contó en su libro de memorias Vivir para contarlo. Y es que llegar a esta ciudad colonial de Colombia y respirar su atmósfera es como sumergirte en el mágico realismo del que el propio escritor habla en sus novelas

Es imposible viajar a Cartagena de Indias y no sentir que te cambia la vida. Al menos, durante el tiempo que permaneces en ella, y, por supuesto, para siempre en tu recuerdo. La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados.

Un ambiente excitante al son de la música

Fundada en 1533, aún conserva el encanto de su arquitectura, sus románticos y floridos balcones, sus calles llenas de ritmo y color. Pero, en medio de este ambiente, destacan la amabilidad y la simpatía de sus gentes. Los cartageneros son tan alegres y acogedores que consiguen contagiarte su pasión por la vida y convertirla en una fiesta. No les falta nada en su ánimo para experimentarla así. Bueno, si tienen a mano un tambor, un acordeón o suena una guaracha, mucho mejor. Un género musical –también llamado aleteo o zapateo– con ritmo pegajoso y con connotaciones muy festivas. 

Panorámica del puerto deportivo.

Panorámica del puerto deportivo. Francisco Gavilán

Quien visita por primera vez Cartagena de Indias no puede escapar de su hipnótico y contagioso ambiente. Allí, uno deja de pensar, automáticamente, en las preocupaciones que viajan casi siempre en su mochila mental, por lejos que se vaya de tu país. El influjo cartagenero es una excitación que se apodera de ti. Al menos, esta fue la vivencia de este escritor que sólo disponía de 24 horas para descubrir Cartagena de Indias y quería saberlo y sentirlo todo de ella. No en vano, esta ciudad es la más visitada de toda Colombia.

Dentro de su perímetro fortificado, el visitante puede descubrir estímulos para todos los gustos. Callejear por el centro es embobarse con los múltiples estilos arquitectónicos. Hay que levantar constantemente la mirada para contemplar los balcones tallados en madera y adornados con coloridas flores. Admirar las elegantes residencias de hierro forjado con vistas a hermosos patios. Cada rincón de las angostas calles del casco antiguo te trae el recuerdo de las intrigas y las pasiones que debieron desatarse hace siglos para defender tanta hermosura. 

Se cuenta que el almirante vasco Blas de Lezo y Olavarrieta, apodado el medio hombre por la singular imagen que daba por las heridas de guerra, al faltarle un ojo, una pierna y un brazo, perdidos en las batallas en las que se vio envuelto, derrotó, con un pequeño grupo de hombres, a la orgullosa escuadra inglesa con Edward Velon al mando, que aspiraba a conquistar el puerto y la ciudad de Cartagena de Indias. Un blanco codiciado no sólo por las flotas enemigas de países imperialistas, sino por los piratas del Caribe. 

Puesto ambulante de frutas y jugos. Francisco Gavilán

En cualquier momento del paseo, los vendedores ambulantes, o sentados en su rincón habitual, te invitan a hacer una pausa en el camino. Las frutas tropicales y los jugos que te ofrecen son realmente apetecibles, así como una especie de limonada de coco, que mantiene frescos a los habitantes de la costa colombiana. 

También es refrescante  entablar una sugerente conversación con los vendedores. Su sentido del humor me recuerda algunos anuncios vistos en postes y farolas, y que capté con mi cámara en países caribeños: “Se alquilan maridos”, por ejemplo, no es nada de lo que puedas imaginar. Simplemente, son hombres que se ofrecen para hacer “chapuzas domésticas”. U otro anuncio que cita el escritor Antonio Puente observado en la propia Cartagena de Indias, donde un mesón de celebraciones se anuncia en grandes letras de color chillón: “¡Le ponemos todo, menos los invitados!”. 

Oferta cultural 

El paseo por el centro de la ciudad parece interminable. El conjunto monumental colonial es rico y atractivo. La misma Fortaleza del puerto es un buen ejemplo de ello. Son famosas las murallas de 11 km. que rodean toda la ciudad. La Unesco las reconoció como uno de los paradigmas de la arquitectura militar. 

Desde el Castillo de San Felipe de Barajas se puede comprender la desproporcionada brutalidad del poder colonial español en la construcción del enorme amurallado realizado por esclavos africanos. 

Museo del oro.

Museo del oro. Francisco Gavilán

En las antiguas bodegas de la zona portuaria también se encuentra el Museo de Arte Moderno. Pero el punto neurálgico de Cartagena de Indias es la Plaza Real. En sus alrededores se pueden visitar la Catedral y los conventos de San Diego y Santa Clara.

Sin embargo, uno de los museos curiosos de ver, aunque de horripilantes recuerdos, es el Palacio de la Inquisición, en la Plaza de Bolívar. El palacio cuenta con un patio interior, que contrasta con la oscuridad de los calabozos, donde se recluía a los reos que esperaban ser enjuiciados por el Tribunal del Santo Oficio. En sus celdas se encuentra una extensa colección de los 70 instrumentos de tortura que el Tribunal utilizaba para castigar o matar a los infieles. Entre ellos, los cepos y la báscula. Se dice que los acusados eran pesados, ya que se creía que los fieles debían pesar un kilo por cada centímetro que su altura excediera a un metro. Luego, cualquier peso por encima o por debajo de esta medida era considerado evidencia de brujería. 

Otros sistemas de tortura que da grima sólo de imaginar su aplicación son: la rueda de despedazar, el desgarrador de senos, el empalamiento, y, por supuesto, la horca. Sin olvidar la gota, que consistía en sujetar al hereje, atarlo fuertemente de pies, manos, cuello y frente; colocándose la cabeza debajo de un recipiente con agua que se dejaba derramar gota a gota a un ritmo continuado. Esto provocaba un estado de locura además de terminar erosionando el hueso del cráneo hasta producir la muerte. 

“Hemos atravesado el mar océano para imponer la ley de Cristo, y lo hemos logrado en las misas y las procesiones, en las fiestas patronales, pero no en las almas” (Del amor y otros demonios). Este es el concluyente mensaje de García Márquez que se exhibe en una de las paredes del Museo de la Inquisición. 

Vendedores de sombreros típicos.

Vendedores de sombreros típicos. Francisco Gavilán

Gastronomía y más

Al atardecer, el centro histórico es un griterío de vendedores de frutas y souvenirs, así como una exhibición de divertidas actuaciones callejeras que pueden empezar por la Plaza San Diego. En medio de la explosiva vida nocturna es conveniente orientarse dependiendo de los gustos personales. Se puede cenar degustando la gastronomía local en Mar y cielo o Alquímico, dos excelentes restaurantes con platos creativos e ingredientes colombianos. U en otros establecimientos turísticos de comidas que tienen sus puertas y ventanas abiertas de par en par, lo que te permite oler a distancia sus variopintas ofertas culinarias. El olfalto y la vista te abren las ganas de comer en una ciudad que está para comérsela.

Si deseas seguir explotando la noche, otra opción es acercarse a la Plaza de la Trinidad y encaminarse a las calles peatonales conocidas como Callejón Ancho y Callejón Angosto, en donde los residentes venden cervezas y ron. Es una oportunidad para hablar con los lugareños todo el rato que quieras. O deambular sin rumbo por el resto de las callejuelas del casco antiguo. Es necesario vagar para ver. La noche siempre es joven en Cartagena de Indias. 

Y si aún quieres continuar viviendo la noche y estás listo para bailar, nada como acercarse hasta el Café Habana, a un par de manzanas, para pasar una noche alrededor de un bar central rodeado de los mejores músicos de salsa. No hay que olvidarse de tomar allí un extraordinario café. Como se sabe, Colombia es uno de los más grandes productores de café. Así, que no debes abandonar Cartagena de Indias sin haberlo probado.